Es el tiempo para celebrar con tus seres queridos y apreciar lo que realmente importa en la vida. Y la mejor manera para hacerlo es dedicar el tiempo a lo que te gusta. Sentarme delante de la chimenea es una de mis cosas favoritas en esta época. Disfrutar del calor y la luz que emite el fuego. Siempre me ha fascinado. Durante las largas noches, cuando era adolescente, me pasaba horas, escribiendo acompañada de las velas y el té. Me parecía mágico, tanto el fuego como la noche. La verdad que son unos amigos muy especiales. Y ahora en esta época más oscura y a la vez más luminosa de todo el año apetece quedarse un buen rato simplemente mirándolo. Muchas veces me quedo hipnotizada. Es una fuerza brutal con poder destructivo, pero también muy creativo. En las religiones se asocia con lo divino. Es también símbolo de cambio, la purificación y el sacrificio. Es un elemento de la acción, la creatividad, la chispa divina, la transformación y la pasión. Quizás por eso me gusta fotografiarlo. Con mi cámara consigo captar un trocito pequeño de su belleza. Me divierto mirando luego las imágenes y buscando formas, como lo hacemos con las nubes. Parece que el fuego está jugando conmigo, a veces se enfada, a veces es gracioso y de vez en cuando me da señales. Hoy me ha mandado a un ángel (en la última fotografía).
¿Y a ti, qué te muestran las llamas? Estas Navidades te invito a pararte un rato para admirar el fuego, escuchar su manera de hablar y disfrutar de su calor. Es lo que más te deseo: el calor. Y que la luz de tu interior supere la oscuridad de todo lo que nos rodea. ¡Que tengas unas felices fiestas y que no te falte el fuego dentro de tu corazón!
